12 julio 2011

El último Café



Lo había arruinado todo.
Mi egocentrismo e indecencia me llevaron a perderla.
Fue una mañana, como otra cualquiera, cuando ella se marchaba por la puerta trasera, y, en sus manos, las maletas. Me decía con ojos llorosos que ya no aguantaba, que me iba cuando más me necesitaba, que en los días alegres, ya ni estaba, y se sentía sola como una criada.
- El amor se terminó- Pronunció- y no hay otro remedio que marcharme para siempre.
- Espera, por favor, no te vayas- La detuve un instante- Esta tarde. Esta tarde, a las cinco y media en el bar donde siempre íbamos, por favor, arreglemos esto.
Ella no dijo nada más, simplemente, se fue. En ese momento, sentí cómo el mundo se derrumbaba a mis pies.

Ya por la tarde, en el local mencionado esperé. hicieron las seis, ella aún no había llegado y ya, las esperanzas, se me habían esfumado.
De pronto, sí, la veo aparecer por la esquina, directa al bar. No venía contenta, y ni me miró a la cara, pero sentía que era una oportunidad.
Ya sentados en la mesa, yo con mi capuchino de siempre, ella con su café con algo de leche, comenzó a explicarme.
Ni os lo imagináis, no podéis saberlo a ciencia cierta cómo sus palabras se clavaban en mi corazón. Cada una de las frases que soltaba por su boca, eran ciertas, dolorosas, sí, pero ciertas. Mientras ella bebía un sorbo de su líquido envasado, pensé cómo podía haberla hecho sufrir tanto, si la amaba. Sus palabras ahora rebotaban en mí, hacían mella, pero rebotaban, seguía pensando en todos esos momentos que compartí conmigo mismo y no guardé para ella, en los que sentía que nuestro amor seguí florecido, cuando se marchitó hacía mucho. Ella ingirió otro sorbo. 
- El café- Pensé.
Sí, el café, cuando, de ese vaso, se viera el fondo, se marcharía, y yo no la vería nunca más, jamás la volvería a tener entre mis brazos, y, mucho menos, probar el aroma de sus labios.
Ya quedaba menos de media taza, cuando me limité a repasar esos cuatro años junto a ella, donde ni caso le hice.
- Tantos momentos que pude estar con ella y no lo hice- Pensé con ojos llorosos mientras ella me continuaba echando en cara todos estos años. Y tenía razón.
Por lo transparente del vaso, pude comprobar que no le quedaban más de dos tragos para completar su tentempié. Fue entonces cuando, en apenas cinco segundos, cerré los ojos y pensé todo lo que hubiera sido si le hubiera prestado aunque sea un diez por ciento más de atención y cariño.

Penúltimo sorbo. No me lo podía creer, que se fuera a ir y nunca más poder conservarla. me dolía saber que jamás podría volver a abrazarla. Mientras ella seguía concluyendo sus sermones, yo ya me sumía en la profunda soledad. Tanto que la amaba, y aún la amo, pero no la supe valorar.

Y se acabó. El sonido contra la mesa de aquel vaso ya vacío me rebotó en lo más profundo del alma. Sabía que se había acabado.

Su despedida fue seca, y fue para siempre, mientras la veía marcharse por la puerta, no solo a ella, sino a lo que ahora sí comprendía: fue mi mundo. Un mundo que ya he perdido por culpa de mí mismo, y ya nunca, jamás volveré a tenerlo. 

Comprobé lo que "la nada" significa tener, tras su último café.


1 comentario:

  1. Betan!!!! qué genial relato!!! y con ritmo y rima, además!!!

    Hermoso!!! me encantó!!!

    Hasta pronto!

    ResponderEliminar